¿Te suena de algo el nombre Thomas Carlyle Ford? ¿Y si te digo Tom Ford? Poca gente no conoce hoy en día a Tom Ford, con su firma de lujo y sus icónicos trajes con los que (casi) ningún hombre puede estar feo, sus elegantes colecciones de gafas o su línea de perfumes que acabarás adorando. Pero pocos saben que en los años 90, un desconocido Tom Ford salvó Gucci de la bancarrota.
Gucci, del éxito al fracaso
El diseñador Guccio Gucci fundó la marca homónima en 1921. Pronto, la firma se convirtió en un icono del lujo y una de las favoritas de la jet set y las actrices de la época dorada de Hollywood.
Tras la muerte de Guccio, en los años 80, comenzaron las disputas familiares por la empresa. Gucci entró en bancarrota y su entonces presidente y nieto del fundador, Mauricio Gucci, vendió la empresa familiar poco antes de ser asesinado por su mujer.
A principios de los años 90, Dawn Mello, la entonces directora Bergdorf Goodman, empezó a trabajar para Gucci y jugó un papel fundamental en su recuperación. Dawn fue la responsable de que Tom Ford se convirtiese en director creativo de la firma y con su acertada elección, comenzó sin saberlo una de las mayores revoluciones de la moda.
La revolución de Tom Ford
Junto al entonces presidente de Gucci, Domenico de Sole, Tom Ford renovó por completo la estética de la firma italiana, volviendo al Nueva York de los años 70 con blusas de seda y prendas de tercoiopelo. Una de las primeras en confiar en él fue Madonna, que acudió a la entrega de los MTV Music Awards del 95 con un total look de Gucci que redefinía su imagen. Después de Madonna, se fueron sumando celebrities al fenómeno Ford, dejando su nombre en lo más alto del mundo de la moda.
Las nuevas campañas de Gucci jugaron un papel fundamental en el éxito que alcanzó en los 90. El equipo formado por Tom Ford, Carine Roitfeld (estilista) y Mario Testino (fotógrafo), revolucionó a la sociedad con campañas con un fuerte componente sexual, campañas que hoy en día siguen siendo referentes de la moda y del mundo de la publicidad. Ford, Roitfeld y Testino, se atrevieron a hacer lo que nadie hizo y recibieron muchas alabanzas, pero también muchas críticas por su trabajo, consiguiendo lo que más querían: la provocación.
Además de volver a poner a Gucci en lo más alto, Tom Ford y Domenico de Sole construyeron un pequeño imperio de la moda adquiriendo para Gucci Group firmas de tal relevancia como YSL, Alexander McQueen, Stella McCartney, Balenciaga o Bottega Veneta. Ford era el mayor accionista individual de Gucci y durante años, fue a su vez el director creativo de YSL.
En el año 2004 el grupo Gucci fue adquirido por el grupo de François Pinault y tras varias discrepancias, Tom Ford y Domenico de Sole abandonaron el grupo empresarial de lujo para fundar Tom Ford, la firma homónima del diseñador.